El cuento que ahora voy a contarte, pertenece a esa Buenos Aires un poco a contramano que se hace con la medianoche y se manda mudar con la
primera luz del dia. Puede ocurrir, ocurre por igual, en un lugar de la Avenida Quintana o en una fonda del bajo. Pero el músico y el poeta sentimos la cosa de esta cación en una vieja parrilla vecina del mercado del centro, porque allí comiendo un bife, nos nació, una vez el descubrir en una punta de un mantel de papel, la carita silenciosa y alucinada del que iba a ser su protagonista. Era, sí, uno uno de esos chicos de la noche que andan de mesa en mesa vendiendo flores. Con el fajo de billetes en el bolsillo y un qué sé yo de pena antes de tiempo en los ojos y en el remiendo del fundillo. Tratando de seguir el rastro de ese diminuto personaje trágico, hicimos este valsecito con sabor a fábula porteña. |
Por las noches, cara sucia de angelito con bluyin, vende rosas por las mesas del boliche de Bachin. Si la luna brilla sobre la parrilla, come luna y pan de hollín. Cada día en su tristeza que no quiere amanecer, lo madrugada un seis de enero con la estrella del revés, y tres reyes gatos roban sus zapatos, uno izquierdo, y el otro también! Chiquilín, dame un ramo de voz, así salgo a vender mis vergüenzas en flor. Baleame con tres rosas que duelan a cuenta del hambre que no te entendí, Chiquilín. Cuando el sol pone a los pibes delantales de aprender, el aprende cuanto cero le quedaba por saber. Y a su madre mira, yira que te yira pero no la quiere ver. Cada aurora, en la basura, con un pan y un tallarín, se fabrica un barrilete para irse y sigue así! Es un hombre extraño, niño de mil años, que por dentro le enreda el piolín. Chiquilín, dame un ramo de voz, así salgo a vender mis vergüenzas en flor. Baleame con tres rosas que duelan a cuenta del hambre que no te entendí, Chiquilín. |